El Senado de la Nación

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El Senado debe ser transformado en el Centro Nacional de Planificación Estratégica

Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red

Por una Democracia Republicana

Portada: Maurits Cornelis Escher, «Sube y baja». Litografía, 1960

Soy partidario de la Democracia por ser el gobierno del pueblo y Republicana en tanto limita y controla el ejercicio del poder. Me parece uno de los criterios más evolucionados de la organización política. Superior a otras formas de gobierno extendidas por el mundo.

Dicho lo anterior, sería un error pensar que ésta se fundamenta en un dogma, por ejemplo, en lo que refiere a la división en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Puede haber distintos formatos con contenido democrático, al tiempo que diversas técnicas con las que organizar la república. 

El momento político, la cultura, la época, la geografía, el contexto, la experiencia sugieren el modelo a elegir. Por ejemplo: a la salida de la noche trágica de la dictadura, recuperar la Constitución que garantizaba el Estado de Derecho, era volver a vivir. Era recuperar la convivencia, la tolerancia, la libertad, la fraternidad, el destino común. ¡Qué importaba si era un poco mejor o peor! ¡Si era vieja! ¡Si su contenido expresaba más el siglo XIX que el XX! Era lo que había, una verdadera tabla de salvación. En cualquier caso, superior a la arbitrariedad de grupos económicos, intereses extranjeros, bandas delictivas, etc. encaramadas en el poder por un golpe de fuerza. El corazón y las lágrimas superaban a cualquier apreciación sofisticada. Salir de una cueva oscura y ver la luz del sol debe ser una de las emociones más impactantes que un ser humano puede experimentar. Haber tenido la fortuna de vivirlo es un agradecimiento a la vida que jamás podré pagar. 

Pero, como sabemos, después del amor como flechazo, viene el estómago a bajarnos a lo terrenal. ¿Pan y cebolla o un buen plato de ravioles? ¿Pobreza de subsistencia o una sana abundancia sin derroche? Pasado un tiempo queremos vivir bien. Sin pedirle a la vida más de lo que nos puede dar. Pero sin privarnos de todo lo que está en condiciones de ofrecernos. Que es mucho.

El 30 de octubre de 1983 se puso fin a la dictadura de 1976, tras celebrarse votaciones en las que el Dr. Raúl Alfonsín triunfa sobre Deolindo Felipe Bittel. El 10 de diciembre de ese año, Raúl Alfonsín recibe los atributos del mando de manos del dictador Reynaldo Bignone.

El llamado de la realidad

La Argentina ha atravesado todo tipo de crisis desde hace décadas: económicas, sociales, políticas, institucionales y morales. Después de cada una de ellas el país se fue rediseñando, para peor. Una sociedad más fragmentada (económica, social y culturalmente) donde lo sobresaliente es el incremento del número de pobres, además de otras consecuencias indeseadas. No a todos les va mal. Pero lo destacado es que de un pueblo integrado socialmente, con pleno empleo, pasamos a una sociedad dual, donde bastiones de pobreza, en casuchas miserables, en peleas por un pedazo de tierra, etc. junto a construcciones deslumbrantes, barrios privados, etc. van dando lugar a una polarización, que niega los principios fundantes de la Patria donde la libertad es la estrella y en el trono la noble igualdad. Al negar la esencia de nuestro proyecto de vida, la crisis se retroalimenta. Desde las miradas conspirativas hacia los poderosos hasta la explicación de que son pobres porque son vagos y no quieren trabajar, aunque los veamos arrastrar carros enormes cargados de cartón y revolviendo en la basura, actividad de la que alguno de nosotros nunca seríamos capaces de hacer. No, no son vagos ni quieren vivir en la pobreza. Son las víctimas, cada vez más y más chicos, de un sistema con fallas, que por efecto de la incompetencia, pero también de la innovación tecnológica, fue hundiéndonos en el atraso. Y con él la injusticia y el estancamiento. Superar esta situación no será por imperio de un mago, curandero o vendedor de humo. Será una labor ardua de adaptación a las nuevas condiciones históricas. Sí, nada de regresiones nostálgicas a un pasado que no vuelve en ningún caso. Enfrentar los desafíos del futuro es el tema. 

¿Qué nos pasa?

Se reitera una y otra vez la misma pregunta: ¿Por qué un país con tantas riquezas, con habitantes inteligentes y sin grandes divisiones religiosas, políticas, regionales, se empantana en la mediocridad?

La falla principal es sistémica

Las  respuestas que se intentan son múltiples: Saqueo, Déficit Fiscal, Corrupción, Dependencia, Estatismo, Liberalismo, Populismo, la Mentira como método para llegar al Gobierno, etc., todas  cargan una cuota de verdad. Pero son un efecto (incluso el saqueo, que desde mi punto de vista, prevalece sobre las demás y en gran medida las explica: es un efecto). Resulta la exteriorización de una causa más profunda. Enmascara la falla principal que es sistémica. Es ese defecto en el sistema, el que induce a un gobierno tras otro (independientemente del color político y la capacidad de las individualidades) al cortoplacismo, a respuestas fragmentadas y a la improvisación. 

Los saqueadores

Los saqueadores, las grandes corporaciones perfectamente organizadas, son las beneficiarias principales de la ausencia de esta pieza clave para cualquier organización y mucho más para un Estado Nación, y no tienen interés en resolverlo. Muy por el contrario, cuanto mayor sea el libertinaje, mejor. Hoy están en el paraíso (al decir de un empresario del petróleo).

Visto desde otro lado: si son “los héroes” capaces de  organizar eficazmente sus empresas: ¿Por qué no le sacamos la casta de encima y dejamos que ellos se hagan cargo de todo? Un poco parece ser el razonamiento de algunos. La respuesta es simple: sus organizaciones responden a un interés particular, faccioso, fragmentario. Su éxito se mide linealmente: la incorporación de más dinero al bolso  de la empresa, la ganancia. Que después la fuguen o la inviertan es otra cosa. Pero, como cien conejos pueden pesar como un caballo, pero no son un caballo: cien empresarios pueden pesar como un Estado organizado por una Constitución que persigue el bien común, pero no son el Estado (volveremos después sobre este tema).

Cien empresarios pueden pesar como un Estado organizado por una Constitución que persigue el bien común, pero no son el Estado”.

La ignorancia al Poder. Oro por espejitos de colores

Una dirección política del Estado que ignora para qué sirve, cuáles son sus objetivos, que rol le asiste a cada empresa pública en un proyecto de Nación, las pone a remate irresponsablemente. 

YPF, Administración General de Puertos, Aerolíneas Argentinas, Empresa Argentina de Soluciones Satelitales, Agua y Saneamiento, Banco Nación de la Argentina, Banco de Inversión y Comercio Exterior, Casa de la Moneda, Corredores Viales, Correo, etc.- En el intercambio vamos a cambiar oro por espejitos de colores. No sería la primera vez.

Ahora, alguien con mayor sofisticación de pensamiento podría sostener que se trata de herramientas valiosas para desplegar un plan estratégico de desarrollo nacional. Pero, si hoy no existe tal plan: ¿Para qué las queremos? ¿Por qué no ponerlas en la vidriera de trastos viejos en liquidación?

Los españoles estafaban a los indígenas con espejitos a cambio de oro. Los espejos en el siglo XVI eran artículos de lujo que se hacían de plata pulida. Para los indígenas los espejos fueron una fascinación, pues solo conocían su reflejo en el agua. Recordar también que el oro no tenía valor monetario para los amerindios, así que más bien, los nativos pensaban que estaban estafando a los españoles.

Proyecto, Plan, Programa y Política

El Proyecto

No es precisamente que a la Argentina le falte un “proyecto de Nación”. En este sentido podríamos darnos por satisfechos con la “Constitución Nacional”, cuando establece que:

El objetivo es: “(…) constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”.

Además de su gobierno soberano con la forma representativa, republicana y federal (…) establece que: “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.” “El trabajo (…) gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección (…)” “El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable…”.

Debemos sumar los tratados internacionales con jerarquía constitucional: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, etc.

Sintetizando, los argentinos adherimos a la idea de construir una sociedad justa, próspera y moderna, asumiendo los valores más altos y nobles alcanzados por la humanidad en el tiempo histórico que nos ha tocado. 

Entiendo que (excluyendo cabezas alocadas que entienden que las necesidades de las personas o de las familias son infinitas y por tanto hay que abolir todo el sistema de derechos tendientes a la Justicia Social) estos principios consagrados en la CN están fuera de discusión. Ese es el Proyecto. 

El Plan

Falta el plan con el que alcanzar los objetivos consagrados en la CN, al tiempo que el órgano elabore dicho plan. La Planificación debe ser estratégica, democrática, flexible, federal, orientativa y moderna. Para eso propongo que el Senado de la Nación se transforme en el Centro Nacional de Planificación. El plan es la guía para la acción, pero no la acción misma. 

La propuesta que estoy promoviendo y poniendo en consideración, apunta a resolver dicha falla. Implica una revolución en las Instituciones Argentinas, para lograr “más y mejor Democracia”. Sin embargo, su aplicación también puede realizarse sin cambios institucionales, con solo un acuerdo político, hasta que el diseño de una nueva arquitectura constitucional disponga el cambio. 

Además, la Planificación Estratégica debe servir como guía para la planificación en el resto de los estamentos del Estado, en el sistema educativo, en la actividad empresarial y en las familias. Así una cultura, una tecnología y una metodología de la planificación se derramarán por el país en beneficio de todos.

Planificación básica

Los programas

Los programas de gobierno deben ser presentados al pueblo por los partidos políticos o alianzas electorales con suficiente antelación. Se elaboran en el marco del respeto a la CN y el Plan Estratégico. Puede incluir incluso la reforma de ambos instrumentos. Pero el programa de gobierno debe dar cuenta de las acciones que se proponen ejecutar en cada área, en cada región, para cada uno de los 4 años de gobierno. De manera que pueda auditarse. 

El sistema político argentino luce una disociación casi absoluta entre lo que se dice en campaña y lo que se hace en el gobierno. De manera que la mentira, la simulación, el espectáculo, los golpes de efecto, son usados sin ninguna limitación para el acceso al gobierno, para luego despacharnos que todo lo que se iba a hacer no se hace y en cambio se hace todo de manera diferente. La historia se repite. De esta manera el electorado no está en condición de tener un juicio certero sobre la calidad de la gestión. Todo es confusión, improvisación y chapucería. Así nos va. 

La política

A nadie se le ocurre que se puede construir un liderazgo desde la solvencia técnica que requiere el manejo de la cosa pública. Tampoco que quien tenga la responsabilidad de la gestión tenga sus manos  atadas frente a la dinámica de los hechos. Quien conduce tiene un marco obligado de referencia (CN, Plan y Programa) que es una guía para la acción. A partir de allí surge el arte de la política y de la conducción. El dirigente que tiene a cargo un poder Ejecutivo, tiene límites presupuestarios, choca con eventos imprevistos (crisis, pandemia, accidentes, desastres naturales, atentados, etc.), convive con la resistencia de los opositores (políticos, económicos, sociales), sufre por los retrasos del cumplimiento de sus objetivos, la incompetencia o indolencia de los funcionarios públicos, las luchas de todo tipo. No se hace política en el vacío, sino en un ámbito social de alta complejidad (nunca la Inteligencia Artificial va a reemplazar a la política, aunque pueda hacer sus aportes). Con todo, debemos asumir que ninguna de estas circunstancias nos puede llevar a la inmoralidad de estas afirmaciones: “si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie”; “vamos viendo”; “llego sin equipo y tomo uno prestado”; “no sé qué hacer y un grupo político con el que confronté me impone un DNU o megaproyecto de ley inconcebible”; “Si quieres tener éxito, promete todo y no cumplas nada.”

Fundamentos

El actual Senado Nacional es la institución más apropiada para transformarse en un organismo planificador. Es democrático porque surge del voto popular. Es federal porque tiene una representación igualitaria por cada provincia y la CABA. Reúne una buena parte de la dirigencia política. Cuenta  con presupuesto y muchos empleados capacitados. Allí se concentran asesores de buen nivel en todas las especialidades. Tiene la capacidad de convocar a individuos e instituciones de orden nacional o internacional para asesorarse de la mejor manera. Puede abrir los mejores debates sobre los temas más sensibles. En fin, lo veo como un verdadero salto de calidad para la democracia argentina.

Aprovechar la estructura y los conocimientos de esta Institución no tiene costos presupuestarios. Muy por el contrario, dejaríamos de duplicar los costos de la labor legislativa.

Por otra parte, mi impresión, compartida por muchos, es que el Senado Nacional, tal cual lo conocemos, sirve para poco y nada. Es lógico: un poder con dos cabezas es un sinsentido. Parafraseando a los romanos: “es preferible una cámara legislativa mala a dos buenas”. Es evidente. Repite las tareas, los debates, duplica gastos, entorpece la tarea de legislar, cajonea proyectos sin explicaciones públicas, etc.

Transformarlo en un Centro Nacional de Planificación Estratégica, es una tarea que puede realizarse en etapas para llegar finalmente a una Reforma Constitucional que incorpore un nuevo Poder en el organigrama del Estado, el Poder Planificador.

Terminar con la improvisación en el manejo del Estado”

Vemos que los principales problemas: Pobreza, Seguridad, Ambiente, Educación, Salud, Vivienda, Desarrollo, Energía, Industria, Comercio interior y exterior, Minería, Pesca, Política Fiscal, Monetaria, Financiera y Cambiaria, Deuda Pública, Coparticipación Federal, Inserción Internacional, etc. no se solucionan. Y en algunos casos se agravan.

Se habla mucho de “políticas de Estado”. Eso está bien. Pero estas no se alcanzan a través del buen diálogo, reuniones bilaterales o mesas multisectoriales. Todos elementos positivos para el buen convivir democrático, pero incapaces de superar la coyuntura.

Entonces nos caracterizan las idas y vueltas. Lo podemos ver en: Derechos Humanos, Derechos Sociales, Deuda Externa, Malvinas, Traslado de la Capital, Inserción en el mundo, Papel del Estado, Empresas Públicas, Energía, Transporte, Política fiscal, monetaria y cambiaria, Educación, Salud, etc. Tantas contradicciones, improvisación y oportunismo terminaron por minar la confianza en el futuro nacional.

No hay planificación. Y cuando no hay plan “reina el desorden”. Y allí los más beneficiados son los pescadores en “río revuelto”. Mayoritariamente de actividades ilícitas y corruptas. Vemos que faltan buenas inversiones en áreas estratégicas porque no hay seguridad. Quienes pagan el precio por todos los desatinos son las mayorías populares.

Madres titulares de Comedores y merenderos (que están cerrando hoy, al inicio de 2024, a menos de dos meses de la asunción de Javier Milei a la presidencia de la Nación, y que ofician de responsables (en voluntariado) de alimentar a personas mayores, niñeces y familias sin sustento y sin empleo regular o irregular. Esto tiene lugar ante la negativa del gobierno nacional de abastecerlos aún en lo más mínimo (aceite, azúcar, yerba mate, fideos, etc.).

Poder Legislativo Unicameral

La transformación del Senado en Poder Planificador nos permite “avanzar hacia un Poder Legislativo Unicameral”. Es contrario a toda lógica tener un Poder bicéfalo. Las tareas legislativas las puede realizar con todo éxito y eficacia una sola Cámara. Para el caso la Cámara de Diputados. Si las provincias sintieran algún menoscabo en su representación, no resultaría difícil alcanzar un consenso para que todas puedan estar bien representadas a la hora de votar las leyes de la Nación.

Por otro lado, la experiencia parlamentaria de muchas provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de varios países del concierto de naciones, muestra la funcionalidad de un Parlamento de tipo unicameral.

Quiero aclarar que la elaboración, aprobación y promulgación de las leyes no reemplazan al Plan. En general nuestras leyes son votadas bajo el imperio de la realidad. Puede ser una necesidad del Poder Ejecutivo, bajo el ímpetu de movimientos sociales o ambientales, por presión de organismos internacionales, etc.

En condiciones de presión se vota. Luego decae la  presión, se relajan las relaciones y se vuelve a la normalidad que, en Argentina, es respetar limitadamente las leyes. Por otro lado, pueden ser leyes con cierto grado de contradicción entre sí. No importa, después se va resolviendo sobre la marcha. Valen, pero no son un plan, ni siempre responden a una lógica estratégica. 

Sólo el Estado a través de un Poder Planificador está en condiciones de resolver esta cuestión

Cada partido político tiene más o menos elaborado un proyecto, plan o programa. En las propias estructuras del Estado, en los Ministerios, existen planes confeccionados desde una mirada particular. Cada provincia tiene una visión regional sobre la Argentina deseada. Hay Universidades cuyos académicos trabajaron y trabajan en esa dirección. Científicos, ingenieros, técnicos que tienen respuestas elaboradas para la resolución de muchos problemas. Estudiosos que piensan en el futuro y tienen un caudal enorme de ideas que aportar. La Iglesia Católica con Universidades, Escuelas y Organizaciones de protección social que expresan  la necesidad de elevación social de nuestro pueblo, y centros de estudio e investigación sindicales (que miran al país desde los grandes generadores de los bienes y servicios de la sociedad que son los trabajadores). Militares que han retomado la tarea de pensar integralmente a la Argentina. Diplomáticos capaces de abordar cuestiones internacionales y geopolíticas desde una formación y experiencia de primer nivel. Empresas y consultoras privadas que avanzaron sobre diversos asuntos. Pero: ¿quién puede reunir esta enorme riqueza y canalizarla provechosamente? ¿Qué estructura puede hacerse cargo de armonizar tanto material y sintetizarlo en un plan?

La realización de nuestros objetivos como Nación y los pasos para alcanzarlos, no pueden provenir ni del gobierno de turno, ni de potencias extranjeras, ni de organismos internacionales, ni de empresas multinacionales, ni del sector privado. Tampoco, desde mi punto de vista, de un Ministerio de Planificación con un funcionario transitorio designado por el presidente, ni ente autárquico constituido a tal fin.

Síntesis

La propuesta es crear un Nuevo Poder para subsanar la gran falla institucional que venimos padeciendo y que induce a la dirigencia política al cortoplacismo, la improvisación y el oportunismo electoral.

Esquemáticamente las autoridades de la Nación se dispondrían (cuando democráticamente acordemos una nueva arquitectura) de la manera siguiente:

–         Poder Judicial. Garante de la constitucionalidad y la administración de Justicia.

–         Poder Planificador. Con capacidad para establecer objetivos y planes para el largo plazo.

–         Poder Ejecutivo. Con el deber de realizar el programa “cuatrienal” respaldado por el voto popular, compatible con el plan general y auditable anualmente.

–         Poder Legislativo. Unicameral. Constituido solamente por la Cámara de Diputados.

–         Ministerio Público. Etc.

Continuará…

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