Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red
Desde el inicio de la revolución industrial (hace poco más de 250 años) toda la humanidad se fue sumergiendo en un esfuerzo titánico por desarrollar las fuerzas productivas. Tan absorbente resultaba este deseo, que la vida de millones de obreros, empresarios o intelectuales fue sacrificada en el altar de este redentor. A tal punto que, la lucha por la superioridad de un sistema u otro (libre mercado extremo sin interferencias del Estado o estatismo centralmente planificado sin desvíos de mercado para nombrar los dos extremos) tuvieron un denominador común: la súper explotación de las capacidades físicas e intelectuales de los distintos estamentos de la sociedad. Claro que los desiguales niveles de ingreso generaban posibilidades de diferentes calidades de vida. Pero, ese también es otro tema.
El futuro de la sociedad
Vale la pena incursionar en el futuro. Lo que podremos ver en ese viaje no se repetirá con precisión en ningún lado. Pero, resulta de interés por dos razones: Una, nos va a dar indicios sobre la perspectiva de evolución de una sociedad avanzada; y dos, porque en nuestro país han crecido propuestas que (bajo la consigna hermosa de “la libertad”) nos retrotraen a un pasado ya superado por la mayoría de las sociedades.
Para ese viaje también abrimos dos posibilidades: una, observar qué ocurre en sociedades con un desarrollo científico tecnológico de vanguardia; dos, imaginar el futuro en el marco del devenir de una revolución tecnológica, multiplicadora de las potencialidades productivas: robots, inteligencia artificial, procesamiento masivo de datos, hiper-conectividad universal, en tiempo real; internet de las cosas, impresión 3 D, nanotecnología; ingeniería genética, micro-ingeniería electrónica, asistencia remota, blockchain, computación cuántica, etc.
Hace menos de una década Japón sembró una idea que está creciendo: la Sociedad 5.0. Empecemos la excursión por ahí.
“Toda época fue pieza de un rompe cabeza para subir la cuesta del gran reino animal”. Silvio Rodríguez
La Sociedad 5.0 resulta de pensarse a sí misma como una pieza por construir, como un ascenso colectivo, como un salto civilizatorio. Así se establecen cuatro etapas anteriores definidas por sus capacidades y que sirven de basamento a la Sociedad Futura.
La Sociedad 1.0 de caza y recolección;
la Sociedad 2.0, agrícola;
la Sociedad 3.0, industrial;
la Sociedad 4.0, de la información.
Parece un reduccionismo extremo. Cada etapa merecería una discusión. Y tal vez con la participación de muchos científicos, investigadores y especialistas, podríamos subdividir la historia en muchas otras etapas. Lo importante, sin embargo, es la síntesis, capaz de brindarnos en pocos trazos una idea sobre la evolución de la humanidad. Una orientación, una estrella, un sentido que nos sirve como guía para el porvenir.
Una mirada pesimista podría argumentar que: por efecto de esta evolución, las guerras se hacen más riesgosas para la supervivencia. Además, conforme la capacidad destructiva alcanza niveles monumentales, más rápida se daría nuestra extinción. Pero, ese es otro tema. En esta reflexión nos interesa el avance del humanismo.
En ese sentido, la diferencia cualitativa de esta nueva etapa es visible. Mientras que en las etapas anteriores las fuerzas de la economía gobernaban el destino de las personas (con el dejo fatal del “destino”, como si estuviera escrito de antemano que nada se podía hacer para cambiarlo), en cambio, en la Sociedad 5.0, son las personas las que crean su “destino”. De alguna manera, surge la impresión de que nos acercamos al viejo anhelo de saltar “del reino de la necesidad, al reino de la libertad”. La libertad como un valor de la humanidad, que conlleva la libertad individual, pero la supera, la contiene y la cobija desde la fraternidad.
Se trata de una suerte de utopía realizable. De empezar a contar con los elementos tecnológicos, las capacidades organizativas, los conocimientos sociológicos, etc. con los que hacer realidad el fin último de la política: el bienestar general para que las personas puedan ejercer el derecho a buscar la felicidad. Ya no desde la contemplación pasiva que lleva a la inacción y la esperanza, sino desde la actitud enérgica, inteligente y ética, que no espera que su suerte le llueva desde el cielo. La forja aquí, con los pies en la tierra.
El esfuerzo y sacrificio por construir la era industrial
Desde el inicio de la revolución industrial (hace poco más de 250 años) toda la humanidad se fue sumergiendo en un esfuerzo titánico por desarrollar las fuerzas productivas. Tan absorbente resultaba este deseo, que la vida de millones de obreros, empresarios o intelectuales fue sacrificada en el altar de este redentor. A tal punto que, la lucha por la superioridad de un sistema u otro (libre mercado extremo sin interferencias del Estado o estatismo centralmente planificado sin desvíos de mercado para nombrar los dos extremos) tuvieron un denominador común: la súper explotación de las capacidades físicas e intelectuales de los distintos estamentos de la sociedad. Claro que los desiguales niveles de ingreso generaban posibilidades de diferentes calidades de vida. Pero, ese también es otro tema.
Regímenes más humanistas, recibieron y reciben críticas muy duras. Se les reprocha que en ellos no trabajen lo suficiente y por lo tanto el pueblo no progresa como los demás. Como una forma de castigo, no se les facilita el acceso a las modernas tecnologías para estimular su desarrollo. Es peor. Algunas potencias interpretaron e interpretan que ese atraso relativo les otorga el derecho a acosarlos y someterlos. Conflictos que en el presente estás en pleno desarrollo. Pero, ese también es otro tema.
Retomemos el concepto de esfuerzo y sacrificio. En el siglo XIX, en los países de mayor desarrollo industrial, las jornadas de trabajo eran interminables y sin descanso los fines de semana. La expectativa de vida era reducida, por el desgaste producido sobre el organismo del trabajador, fruto de la fatiga. Después de las grandes luchas del movimiento obrero en la segunda mitad de aquel siglo y principios del XX, se produjo una nueva mutación en la organización del trabajo. La velocidad en el uso del tiempo se llevó al extremo. En cada día, hora o segundo, había que hacer más cosas, ser más productivos. Un ejemplo de esto fue el taylorismo, planificando el trabajo de manera que cada movimiento del obrero se hiciera con la mayor eficacia en el menor tiempo posible. En esa etapa el ser humano se transformó en un apéndice de la máquina. De nuevo, las revoluciones y las luchas impusieron límites a la super-explotación humana, creando mejores condiciones laborales. De todas formas, la impronta de la desmesura llega a nuestros días. Los períodos sucesivos que nos fueron trayendo a la modernidad, no cambiaron el concepto. Steve Jobs acuñó una nueva máxima darwiniana: no es el pez grande el que se come al chico, es el pez rápido el que se come al lento. Así, la necesidad de innovación se transformó en una fiebre competitiva (a toda esta etapa no hay que restarle mérito, dado los cuantiosos avances que ha permitido).
Hoy, si observáramos dos polos del antagonismo actual: EEUU (capitalismo) y China (socialismo) notaríamos que las diferencias culturales y políticas no los llevaron por derroteros muy distintos. La combinación de los factores (mercado, Estado, sociedad) se articulan en proporciones similares tratando de lograr el gran objetivo: desarrollar las fuerzas productivas a la máxima expresión. Con el consiguiente esfuerzo y stress de cada uno de sus componentes.
(Advertencia: En toda aspiración por alcanzar la punta tecnológica hay una porción peligrosa de supremacismo imperialista, frente a la que hay que estar muy atento. La carrera armamentista y en otros frentes puede dar cuenta de este asunto. Pero, ese también es otro tema).
La sociedad 5.0
El planteo de Sociedad 5.0 ó Sociedad Súper Inteligente, como ya dijimos, nació hace pocos años en Japón, “(como el) ideal hacia el que debe avanzar el país para sacar todo el provecho posible de las transformaciones tecnológicas en curso, de modo de beneficiar al conjunto de los ciudadanos, sin que nadie se quede atrás, y resolver problemas que plantea la evolución de aquel cuerpo social.” Este concepto me resulta muy atractivo.
En primer lugar porque le estaría dando sentido a todos los “sacrificios” por alcanzar escalones tecnológicos superiores. Casi un acto de gratitud. ¿Qué sentido habría tenido ofrendar la vida laboral, educativa, científica, etc. para llegar a un lugar totalmente desagradable?
En segundo lugar, porque se ocupa de cada uno. “Sin que nadie se quede atrás”. Todos para uno y uno para todos. Es la idea de solidaridad tan menoscabada en el capitalismo. Es la actitud humana que multiplica la fuerza del conjunto; cuando en un campo de batalla se vuelve a buscar al compañero herido, arriesgando la vida, la actitud heroica genera una fuerza moral que multiplica la potencia de los combatientes. Si se lo abandonara a su desgracia, bajo la consigna “sálvese quien pueda”, la desmoralización y el desbande serían el preámbulo de la derrota ineludible.
En tercer lugar, porque habla del “cuerpo social”. Estupendo concepto humano. Si somos un “cuerpo”, el dolor o la alegría del otro también es la nuestra. “Que nadie quede atrás”. Porque si el otro queda atrás, no solo será su fracaso, también será el mío y el nuestro (de esta manera, se supera el interesado planteo paleo-liberal. Por ejemplo, cuando la cínica de Margaret Thatcher, sostenía: “la sociedad no existe como tal, solo individuos”. Nadie dice: “la empresa no existe como tal, solo individuos”, porque el empresario no lo toleraría. O: “el equipo no existe como tal, solo jugadores individuales”, porque perdería todos los partidos. Tampoco cuando envió la Royal Navy a ocupar nuestras Islas Malvinas usó esa consigna. Más bien les habrá dicho: “ustedes son un cuerpo militar, con la misión de recuperar ese territorio para el Imperio Británico…” Si hubieran venido de a uno, como individuos libres de toda atadura o disciplina -como nos quieren a nosotros, desarmados y de a uno- habrían malogrado su misión de manera inapelable).
La Sociedad 5.0, es Súper Inteligente
Vuelvo a Japón. “El objetivo es lograr una sociedad Súper Inteligente…”. “Sus orígenes hay que encontrarlos en el contexto de la Iniciativa para la Revolución Robótica de 2015-2016. Una respuesta a lo que se estaba pensando en Europa, especialmente en Alemania con su Industria 4.0, y a la estrategia Made in China 2025 por parte del vecino gigante asiático.
Resultaba “...esencial para Japón generar una visión de la sociedad que desea crear y adoptar las reformas necesarias para ello”. Es un ejercicio de prospectiva entendido no como una manera de prever el futuro, sino de hacerlo posible. “Consideramos qué tipo de sociedad queremos crear, más que tratar de prever el tipo de sociedad que será”.
No se plantea la improvisación del libre albedrío como forma de dejar el futuro a la deriva, sino de pensar, imaginar, diseñar ese futuro deseable y empezar a crearlo. Como el escritor frente a una hoja en blanco, el arquitecto frente a un terreno baldío, el ingeniero que debe unir dos montañas o el ama de casa que combina las comidas para el mayor deleite. Imaginan lo deseable, planifican y ponen manos a la obra.
El asunto me resulta tan atractivo y tiene tantas aristas, que seguramente estoy más cercano al error que al acierto. Ojalá el lector supere mis limitaciones. Pero no puedo coartar mi entusiasmo por hacer las siguientes reflexiones.
Los tecnófilos y el humanismo
Hay un montón de notas y bibliografía que extrapolan la superioridad de las máquinas de última generación a la capacidad de los humanos. Está claro que esto es cierto en un montón de áreas: ajedrez, matemática, GPS, etc. Sumemos que la capacidad de recolección de información puede llevarlas a la producción de nuevos conocimientos, difíciles de alcanzar por la mente humana. En Inteligencia Artificial: chatGPT y otras, nos sorprenden al responder de manera creativa a consultas que les podemos hacer. Esto seguirá avanzando. Cientos de miles de millones gastarán empresas como: IBM, SAS, Datarobot, Microsoft, Google, Baidu, Alibaba, SenseTime, etc. en modelos de IA generativa. Agreguemos que, si en un futuro cercano se pudieran gobernar mejor las computadoras cuánticas, las propias capacidades actuales (que no dejan de sorprendernos) pasarían a ser chatarras inútiles del pasado. Los niños que nacerán durante las próximas décadas las ubicarán en la prehistoria de la tecnología. Frente a este desarrollo impetuoso, una parte de los tecnófilos, anuncian que estas herramientas podrían dominarnos en el futuro cercano.
Esta presunción (desde mi humilde punto de vista) surge del fetichismo tecnológico. En las propias palabras que usamos está inserta esta idolatría y el error. Por ejemplo: Inteligencia Artificial (IA) ¿Es inteligente la máquina? No. Se trata de haber multiplicado la capacidad de incorporar y procesar 0 y 1 (sistema binario digital) a circuitos cada vez más pequeños (micro- ingeniería electrónica). De manera que hacen un número de cálculos asombroso en pocos segundos y cuando nos da su respuesta, simplemente quedamos boquiabiertos. Pero no son inteligentes.
Susan Schneider (ocupa la cátedra Blumberg de la NASA en la Biblioteca del Congreso de los EEUU, etc.) aborda temas como la conciencia o los sentimientos de la IA. También el transhumanismo, una suerte de rama que observa la posibilidad de completar o potenciar capacidades humanas a través de la incorporación de distintos componentes tecnológicos al cuerpo; desde el cerebro al dedo meñique del pie. Más allá de los avances e innovaciones por venir, toda nuestra interpretación cambiaría si en lugar de llamarle “Inteligencia Artificial” le llamáramos “Lógica Digital”, (para vulgarizar la idea doy este ejemplo: si en un cumpleaños le decimos a los chicos que viene un fantasma y lo ven venir desde las sombras del jardín hacia el living, seguramente los dominará el susto. Si, en cambio, les decimos que es el tío que se cubrió con una sábana, la misma escena objetiva tendrá otro significado subjetivo. Desde mi punto de vista la máquina no es inteligente, no tiene conciencia, ni es un ser con sentimientos. No se preocupe, lector o lectora, por la mucha ropa que cargue al lavarropa automático. Es un simple robot que sigue un programa. No sufre, ni piensa, ni pierde el tiempo lavando la ropa).
Poniendo las cosas en el orden correcto
Con la idea de Sociedad Súper Inteligente (SSI) los seres humanos nos volvemos a ubicar por sobre las máquinas, “inteligentes”. Las gobernamos, las dominamos y las ponemos a nuestro servicio. En Japón, “el desarrollo del concepto y la estrategia de la Sociedad 5.0 está impulsada por el Consejo para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”. Catorce ministerios trabajan coordinadamente. Entre ellos: Educación, Economía, Comercio, Industria, Sanidad, Trabajo, Bienestar, Agricultura…
La SSI ya se caracterizaba en 2015 como: “Una sociedad en la que las diversas necesidades están finamente diferenciadas y satisfechas proporcionando los productos y servicios necesarios en las cantidades requeridas para las personas que los necesitan cuando los necesitan, y en la que todas las personas pueden recibir servicios de alta calidad y vivir una vida cómoda y vigorosa que hace concesiones a sus diversas diferencias, como edad, sexo, religión, o idioma”. “Todo ello a través de la integración de varios sistemas, como la energía, los transportes, la manufactura, los servicios…”.
Lejos estamos en Argentina. Pero vamos ojeando el futuro para tener algunas ideas.
Sueño y realidad
Martín Luther King expresó un sueño en 1963. Una de sus frases decía: “Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano”. ¿Era un sueño o un proyecto? ¿Los negros tenían derecho a formular un proyecto o la realidad les imponía solo expresar un sueño? ¿O expresaba lo imposible para hacer posible la unión de todo el género humano? ¿Una necesidad social se subía al cielo como un sueño, para después hacerse realidad? El genio político de aquel hombre produjo una suerte de amalgama de un conjunto de componentes para alcanzar el derecho a disfrutar de la vida, a compartir obligaciones, a buscar la felicidad y la comodidad de manera igualitaria; tanto para blancos como para negros. Y en el marco de las complejidades de la vida, el sueño se fue haciendo realidad.
Martin Luther King (15 de enero de 1929- 4 de abril de 1968), fue uno de los principales activistas por los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos. Estuvo a favor de la lucha no violenta para defender los derechos y acabar con la discriminación racial. Fue asesinado en 1968, por sus convicciones religiosas y políticas.
En este tiempo, parece que un pequeño número de personas encontró una lámpara. La lámpara de la tecnología. Sabían que, en gran medida, la tecnología es capaz de hacer realidad los sueños. Entonces la empezaron a frotar con entusiasmo. Hasta que salió un genio. El genio les ofreció un solo deseo. Y a ellos les pareció que el mejor deseo era hacer realidad la unión de una parte del género humano. El genio pensó y les otorgó la capacidad de crear la Sociedad 5.0. El genio volvió a la lámpara y a los hombres les quedó la responsabilidad de ejecutar el deseo. De hacer realidad un viejo sueño. ¿Una utopía realizable? El asunto es que se circunscribía a una parte del género humano. No a todo.
¿Socialismo 6.0?
¿La tierra será el paraíso de toda la humanidad, según canta la Internacional de los trabajadores? ¿Ese anhelo será definitivamente para todos? No lo sé. Lo ignoro. Solo sé que es bueno tener a mano esta idea, proyecto, sueño o utopía.
La breve historia del socialismo moderno así lo muestra. Surgió medio siglo después de la 1° Revolución Industrial. Empezó con la ilusión de crear una sociedad alternativa, cooperativa, bella y solidaria; frente a la evidente crueldad de régimen capitalista, que todo lo sacrificaba en el altar de la ganancia. El socialismo fue una respuesta emotiva, ética, creativa. ¿Utópica? Encendió muchas luces. Algunas se fueron apagando con el paso del tiempo, cuando los proyectos originarios fallaban o no se concretaban en un tiempo razonable, después la revolución. Que se desvió moralmente y cayó en un tecnicismo social conducido dogmáticamente. Exactamente lo contrario de lo que había venido a realizar: la exaltación de la vida, en un contexto de máxima libertad para el desarrollo de todas las potencialidades humanas.
Hace 30 años parecía ahogado bajo los escombros de muros caídos. La exaltación de los empleados de los dueños del capital, los llevo al paroxismo. Vociferaron “el fin de la historia” junto al fin de cualquier experiencia socialista. Alguna razón tenían, el socialismo 3.0 había entrado para siempre en el pasado. Como tantas otras experiencias sociales. Pero, como quien no quiere la cosa, el espíritu humano vuelve a señalar que no está satisfecho con tanto adelanto maquinista alejado del corazón. Que este progreso solo vale la pena si es para una vida mejor, para todos. Para que nadie quede atrás. ¡Qué paradoja! de alguna manera lo terminan expresando, no sus abnegados defensores, sino sus antiguos detractores.
Todas las maravillas tecnológicas no les han alcanzado a los multimillonarios capitalistas para extirpar del alma humana el espíritu de solidaridad y de justicia. Solo en ellos y unos pocos acólitos han quedado la combinación de bolsillos llenos y corazón de piedra. Que no logran disimular, ni con la más desvergonzada filantropía.
La solidaridad y la justicia son separables del alma por poco tiempo. Hoy empiezan a reunirse, nuevamente, como los nuevos atractivos para un nuevo amanecer de la humanidad. No logramos distinguir con claridad cómo se desarrollará esta etapa de la historia. Recién están saliendo los primeros rayos por el horizonte. Recién están saliendo y ya existen quienes no quieren que los veamos. Tiran piedras para construir montañas de cascotes, con las que ocultar el porvenir. Pero no tendrán éxito. Un poco antes o un poco después, se verá con más luminosidad lo que está naciendo. Y la imagen que nos va mostrando ese nuevo día, es bien parecida a un “Socialismo 6.0”. O algo por el estilo.