¿De qué clase son las clases?

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Muchos compañeros y compañeras, y peor aún, mucha dirigencia “progre” nacional y popular, habla de la clase media, como un objetivo político a volver a alcanzar por una porción del pueblo, dando por hecho cierta división económica de la población en clase baja, media y alta. Incluso se habla de subclases dentro de la clase media, una clase media baja, media media y media alta, todo según su nivel de ingreso. Otros hacen una división según la ocupación: obreros, empleados, administrativos, profesionales y jerárquicos, que incluso marcan la organización gremial en cada rama laboral. Pero, ¿y quién habla de la clase trabajadora como tal?

Por Francisco Ramos1 para Argentina en Red

Siempre se comparó al laburante con aquel obrero industrial que empezó a surgir en la década del 30 cuando la oligarquía en el poder político, aquélla de la primer década Infame (la segunda fue con Menem y la tercera la estamos viviendo ahora desde 2015), tuvo que iniciar un proceso de sustitución de importaciones forzosa, ya que aquí no se fabricaba ni un clavo, y la crisis occidental del ’29 no producía grandes excedentes de exportación como hasta entonces. Nuestro rol en el “mundo” (lease occidente) ya no era el granero con exclusividad, empezamos a fabricar para el mercado interno.

Ese estallido de pequeños talleres e importantes fábricas con gran demanda de mano de obra produjo la “tercera vertiente” en la composición de nuestra clase trabajadora, los que bajaron de los trenes, la inmigración interna del interior a Buenos Aires. Tengamos en cuenta que la primer vertiente fue aquellos que bajaron del caballo, los gauchos obligados a conchavarse en los saladeros, y la segunda vertiente de nuestra clase trabajadora será la inmigración europea, los que bajaron de los barcos que trajeron en sus pequeños equipajes, ilusión y las ideas anarquista de aquellos tiempos.

De esa tercera vertiente que fue el aluvión “zoológico” de cabecitas negras, como lo llamaban con desprecio los pitucos oligarcas de la época (igual que ahora), vinieron entre miles de mujeres y hombres, Evita y Juan Perón, por ejemplo. Esos laburantes rurales de tendencia radical yrigoyenista y socialistas, se transformaron en clase obrera industrial urbana y desde 1943, se iban haciendo peronistas sin saberlo aún, hasta que llegó el 17 de octubre de 1945.

Hablamos, entonces, de trabajadores, no de su estatura, baja, media o alta, hablamos de lo único que tiene cualquier persona para buscarse la vida: ofrecer su fuerza de trabajo, física o intelectual, a cambio de una remuneración salarial.

Por tanto, son trabajadores todos aquéllos que dependen de un ingreso para poder vivir, o dicho de otra manera, que no pueden sobrevivir sin trabajar, independiente del monto del salario que perciben por su trabajo. O sea, que hasta un gerente que no es dueño de la empresa donde trabaja es, en definitiva, un trabajador, mal que le pese.

Y, como decíamos, también los profesionales lo son, por más que se congreguen en Colegios en vez de gremios. La gran diferencia es con los que se organizan en Cámaras empresarias y Sociedades rurales que son los dueños de los medios de producción, ya sean terratenientes, grandes empresarios o banqueros.

Recuperar esa conciencia de trabajadores que nos han hecho perder, dividiéndonos en niveles económicos según nuestro poder adquisitivo, es una de las tareas que tenemos por delante para mirarnos como hermanos de clase, tan explotados como un obrero, de esos que quedan pocos por la destrucción intencionada de la industria, por más que seamos monotributistas, “emprendedores” independientes o profesionales.

Otra enorme diferencia que el sistema ha “fabricado” en el mundo laboral es la economía informal: casi la mitad de los trabajadores y trabajadoras no están registrados, son parte de lo que se llama la economía “en negro”, una super explotación capitalista donde el empleador no asume el costo de los servicios sociales del trabajador que tiene derecho, por lo menos, a una Obra Social para su atención médica y de su familia, y a una jubilación. Casi la mitad de toda la actividad económica es informal, lo que produce los niveles de indigencia y pobreza que estamos sufriendo entre los que trabajamos, seamos registrados o no.

Pero aquella básica división de la sociedad en clases baja, media y alta, no solo tiende a no reconocernos todos como trabajadores, sino a tener un objetivo aspiracional de ascenso social, como si "subir" de baja (pobre) a media, estuviéramos cambiando de clase, identificando al trabajador con la pobreza, y que para poder ascender en esa escala social los "pobres" solo tienen una posibilidad, que es el acceso al estudio para lograr un mejor sueldo y así convertirse en clase media. Y esa mentalidad impuesta de dejar de ser el último orejón del tarro y sentirse más por tener más, sentirse superior y mirar con desprecio al que quedó abajo, es la reproducción cultural de ese desprecio de clase que el oligarca tiene contra los que no son como el, acaudalado y exitoso, ligando el concepto de progreso y éxito a la posición económica dentro de la sociedad.

Entonces, esto de las clases no es un tema menor, no sólo por recuperar aquello que realmente somos, sino lo que realmente son los dueños del país, una clase parásita que vive de “otros” que trabajan para ellos, y cuya fortuna original y malhabida se basó en el contrabando y el robo de tierras a sangre y fuego contra el Indio.

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  1. Izquierda Nacional/FSN ↩︎
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