Por Mario Mazzitelli para Argentina en Red
“Cuando la mentira es la verdad”
Dijo el presidente Javier Milei: “Por ejemplo, ustedes le venden trabajo a su empleador a cambio de pesos para con esos pesos comprar otros bienes. Pero lo utilizan… no sé si se acaban de dar cuenta, que acabo de usar un formato a la Rothbard que acaba de destruir la teoría de la explotación. Ustedes le compran dinero a su empleador. Se acabó la teoría de la explotación. O sea, sólo por plantear la discusión de una manera distinta, hace que se termine con la teoría de la explotación. Salvo que los trabajadores estén explotando a los empresarios. Son los que compran dinero a cambio de trabajo.”

Los explotados (según Milei)
¿Por qué no estudiar la posibilidad que plantea Javier Milei? Si María Elena Walsh dice que: “nada el pájaro y vuela el pez”, que “un ladrón es vigilante y otro es juez” y que “un perro pekinés…se cae para arriba” en el reino del revés... ¿No serán los trabajadores quienes están explotando a los empresarios? ¿No serán los desagradecidos peones rurales los que están explotando a los estancieros? ¿No serán los ingratos empleados de comercio los que están explotando a Carrefour? ¿No serán los obreros metalúrgicos los que están explotando a Paolo Rocca? ¿No serán los pibes de Rapi (que pedalean en bicicleta) los que están explotando a Marcos Galperín?
Mirar la realidad
El Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía y la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung: “advierten ganancias récord en la elite empresarial”. “Para los grupos económicos concentrados (energético, financiero, minero y agroexportador) las crisis (…) se presentan como una oportunidad especial para obtener rendimientos extraordinarios (…)”, otros “sectores empresariales atados al mercado interno también lograron obtener resultados importantes en el corto plazo”, debido “a la caída del costo de la mano de obra en sus cuentas”.
Según los mismos analistas, en los últimos 10 años hubo una transferencia de ingresos de los trabajadores a los empresarios de unos 10 puntos del PBI. Eso (según como se mida) podría ser una transferencia de unos 60.000 millones de dólares anuales del sector trabajo al capital. ¿Será que los trabajadores están explotando a los empresarios? Para responder con seriedad, no alcanza con ver qué pasa con los empresarios, empleadores o capitalistas: es necesario observar qué pasa con los trabajadores, empleados u obreros.

Los explotadores (según Milei)
Empecemos por los trabajadores en blanco. El Salario Mínimo Vital y Móvil (previsto en el art. 14 bis de nuestra Constitución Nacional, que debe garantizar a los trabajadores un ingreso justo para que puedan desarrollar una vida digna junto a su familia) es desnaturalizado por el gobierno. El Boletín Oficial Nacional nos informa que a partir del 1 de mayo es de: $308.200, del 1 de junio: $313.400 y del 1 de agosto: $322.000.
Oscar Cuartagno, ex ministro de Trabajo, advierte que “según datos del INDEC, una familia de cuatro integrantes necesita al menos $1.100.267 para no ser considerada pobre, sin incluir el costo de la vivienda”. Es decir, que ese salario no alcanza a cubrir el 30% de las necesidades básicas para quien tenga casa propia. Mientras que, para quienes alquilan, el salario mínimo no cubre ni el 20%. Si en una familia el papá y la mamá trabajan por un salario mínimo, seguirían hundidos irremediablemente en la pobreza por los siglos de los siglos, ya que juntos reunirán entre el 40 y el 60% del salario mínimo. Jamás ahorrarán, jamás tendrán una vivienda, jamás vivirán dignamente. Ni hablar para los que están desocupados, etc.

A esta altura ya podríamos afirmar que el cinismo de Javier Milei no tiene parangón. Pero vale la pena avanzar un paso más.
La utopía reaccionaria
La utopía reaccionaria de JM es retrotraernos a fines del siglo XIX y principios del XX. Según él, éramos primera potencia mundial y después llegó el voto universal, la democracia, vinieron los gobiernos populistas, el salario mínimo, el Estado de bienestar, el déficit fiscal, etc. y “con todo eso empezó nuestra decadencia”.
Ésa es la mirada de la oligarquía, de sectores conservadores (nostálgicos de un pasado que ya nunca volverá) de especuladores financieros (“Toto” Caputo y tantos otros) de sectores vinculados al mercado externo, etc., que sólo ven en la retribución a los trabajadores un costo. “Costo” que cuanto más lo puedan bajar (como lo están haciendo en la práctica) mejor. No reparan en que el salario es mercado interno, que hace al bienestar familiar, etc. Entonces se les hace caer el ingreso (que ya no alcanzaba), se los acusa de explotadores (con lo cual la nueva distribución del ingreso tendría un justificativo), se “libera” de todo sentimiento de culpa a los empleadores (si es que alguno lo tiene), Javier Milei lo dice sin ruborizarse y el auditorio aplaude. Parece un mundo surrealista.
Ese pasado que quieren restaurar ¿Fue un paraíso o una pesadilla?
Trecientas familias dueñas de las mejores tierras del país vivían en un Edén. Del mismo modo que los grandes propietarios de industrias, comercios, viviendas, etc. Pero, para la mayoría, las cosas eran bien distintas. Digamos que en la década de 1890 se esgrimían argumentos clasistas como en estos días. En ése contexto, un médico brillante, que vivía la realidad cotidiana de la clase obrera en el hospital público y que, además era un intelectual sobresaliente, el Dr. Juan B. Justo, empezó a mirar la realidad desde los trabajadores. Esa mirada la iba a plasmar en la redacción de la Declaración de Principios del Partido Socialista, aprobada en junio de 1896.
Sólo reproduzco los tres primeros párrafos:
- “Que la clase trabajadora es oprimida y explotada por la clase capitalista gobernante.”
- “Que ésta, dueña como es de los medios de producción, y disponiendo de todas las fuerzas del Estado para defender sus privilegios, se apropia de la mayor parte de lo que producen los trabajadores y les deja sólo lo que necesitan para poder seguir sirviendo en la producción.”
- “Que por eso, mientras una minoría de parásitos vive en el lujo y la holgazanería, los que trabajan están siempre en la inseguridad y en la escasez, y muy comúnmente en la miseria.”
En 2025 tenemos una sociedad mucho más compleja. No obstante, se parece, en lo esencial, a aquella descripción. Evidentemente, la mayoría no puede querer ir a aquel modelo social. Quizás las tinieblas de la “confusión inducida” nos hayan traído hasta aquí y sea preciso hacer una última aclaración.
La falacia del razonamiento de Milei a la Rothbard
El razonamiento que deslumbró al presidente, al punto de considerarlo un hallazgo a partir del cual “se acabó la teoría de la explotación”, es elemental, repetido, berreta y muy viejo. Asimilo el trabajo y el dinero a dos mercancías. Trabajo = Dinero. Luego, estas mercancías se pueden intercambiar libremente. El <<poseedor>> de la <<mercancía trabajo>> la vende, lo que se refleja como la "operación de comprar dinero". Su contraparte, el <<poseedor de la mercancía dinero>> "vende su dinero a cambio de comprar la mercancía trabajo". De esta manera estamos en presencia de un intercambio justo. Si nadie interfiere y el Estado no mete la cola, se hace en libertad. Operación justa y libre, nada para reprochar. Se terminó la teoría de la explotación. O acaso ¿son los trabajadores los que están explotando a los empresarios?
Las cosas en la realidad guardan una buena diferencia con este planteo
En principio, se tiene que dar una situación: algunos que tengan dinero y otros que no lo tengan. Es decir, unos deben ser poseedores y otros desposeídos. Unos herederos y otros desheredados. Si todos tuvieran dinero suficiente, nadie vendería su fuerza de trabajo. Al tiempo que si nadie tuviera dinero, no habría compradores. Se tienen que dar las dos condiciones. En términos sencillos: ricos y pobres. Esto habla de la primera asimetría que impide de manera espontánea (como resulta en el capitalismo) un intercambio justo. ¿Por qué el desposeído ofrecería su fuerza de trabajo para obtener o comprar dinero? Para poder vivir. Sin un ingreso podría morir de hambre, quedar famélica su familia o en todo caso tener una existencia indigna. Si tuviera otra fuente de recursos, seguramente no pondría 48 horas semanales de su vida a disposición de otro, pudiéndolo hacer en provecho propio.
¿Y por qué el poseedor de dinero compraría fuerza de trabajo? En principio porque tiene dinero. Pero un stock de dinero se agota si no se lo pone a producir (el parasitismo financiero incrementa dinero del dinero. Algunos optan por ese camino. Pero hasta este dinero debe provenir, en última instancia, de la economía real). De manera que el empresario, empleador, emprendedor, siente el impulso a mantener o crear una empresa (industrial, comercial, agropecuaria, servicios, etc.); actividad con beneficios individuales y sociales, a la que le debemos dar la bienvenida. Pero el asunto es que para contratar un trabajador (más allá de la suerte particular de ese contrato), el empleador (yo lo fui) hace sus cálculos. La incorporación de una persona a su “negocio” debe producir más beneficios que el costo del contrato (salario, aportes, etc.). De manera que, si se contrata una persona a un costo de 100, es porque se calcula que su trabajo producirá 110 o 200. Si el rendimiento fuera inferior a 100 (por la causa que fuera) durante mucho tiempo, se lo despide. Es lógico, porque de lo contrario la empresa va a la quiebra. Quien resuelve quién ingresa, quién se queda y quién se va es el empleador. Porque ese poder está en sus manos (incluso más allá de medidas protectoras de los trabajadores para que no sean sujetos de abusos o arbitrariedad. El poder está en manos del empleador, dueño o propietario).
Teoría de la explotación
Voy a dejar para otro momento el análisis sobre la inmoral equiparación (como mercancías intercambiables) entre el dinero y el trabajo. Dado que uno es “papel pintado” y el otro es “vida humana”. Uno es un medio y el otro debiera ser un fin.
Lo cierto es que (en la práctica) invertir y organizar la producción, la distribución o el intercambio, es una tarea a la que la sociedad debe darle la bienvenida. Con las observaciones que para casos particulares se pueden hacer (tanto desde el punto de vista humano como ambiental), la explotación (en general) ha disminuido por efecto de la automatización y la robotización, que fueron trasladando a las máquinas las tareas más forzosas o rutinarias. Lo que no puede negarse es que los que trabajan producen por más valor que el costo de su trabajo, generando un plus valor que es la fuente de la ganancia empresaria. Uno de los dramas de un país periférico del capitalismo central, es que ése plus valor se fuga al exterior de distintas maneras impidiendo la inversión para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Es en este contexto, que estamos viviendo una caída del salario real (se pueden comprar menos bienes con lo que se gana) y una caída del salario relativo (los que ganan, ganan más que antes): "Los pobres son más pobres y los ricos son más ricos".
Así, lo que resulta inverosímil, es que los trabajadores pudieran estar explotando a los empresarios.
Quizás con la excepción de Javier Milei, que habiendo sido toda la vida un empleado, en lugar de trabajo le vendió humo a su empleador. Con el beneficio para este, que ahora, con ese humo oculta el saqueo que una minoría de parásitos realiza sobre las dos fuentes de la riqueza: el trabajo y la naturaleza. Esta es la única explotación realmente existente. A la que Milei sirve miserablemente.
Javier Milei, habiendo sido toda la vida un empleado, en lugar de trabajo le vendió humo a su empleador. Con el beneficio para éste que, ahora, con ese humo, oculta el saqueo que una minoría de parásitos realiza sobre las dos fuentes de la riqueza: el trabajo y la naturaleza. Esta es la única explotación realmente existente.
A la que Milei sirve miserablemente.

Sumate a la Multisectorial Federal de la República Argentina completando este formulario:
Suscribite a nuestro Portal digital. Suscribite a Argentina en Red y participá de la construcción de esta mirada colectiva a favor de una Argentina plural.